El dificultador

Por Alan Cyment, @acyment

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Retrospectivas, Equipo, Conflicto

Contexto

Luis era, ante todo, muy predecible. Sea cual sea el tema de discusión que abordaba el equipo, Luis iba a estar en contra de lo que opine la mayoría. Desde la herramienta de integración continua al horario de la retrospectiva, Luis parecía esperar a que el resto del grupo se ponga de acuerdo para estar, simplemente, en desacuerdo. Reunión a reunión la tensión se elevaba. Hasta que un día alguien se animó a hablar, por fin, sobre cómo se hablaba.

Desafio

El conflicto latente no puede sino aumentar cuando el grupo intenta esquivarlo. Un miembro descontento que no logra articular sus razones contagia y multiplica la tensión hasta tanto el equipo no logre descubrir y transitar el conflicto.

Solución

En la retrospectiva en la que alguien propuso hablar sobre la actitud de Luis la tensión podía cortarse con un cuchillo. Caras incómodas, ganas de huir, subyacente miedo a la disolución. El primer descubrimiento para el grupo fue enterarse que Luis no había percibido que su actitud era interpretada como bloqueante. Ante cada mínimo avance, la tentación de dar el tema por cerrado era constante, pero por suerte logramos tolerar la tensión y avanzar. Luis pidió ejemplos y alguien logró articular uno sin caer en la recriminación. Lentamente Luis comenzó a dejar la actitud defensiva de lado. Hasta que de pronto el tono de su voz volvió a caldearse. De un momento a otro el resto miraba incrédulo mientras Luis hablaba con pasión sobre la propuesta que había hecho sobre refactoring arquitectónico apenas había entrado al grupo hacía meses. Sí, Luis se había incorporado al equipo una vez que los principales lineamientos de la arquitectura ya habían sido trazados. Con mirada fresca había propuesto un cambio en la primer reunión en la que participó. Nadie percibió en ese momento el impacto que generó en él el sutil rechazo con el que el resto del grupo recibió su propuesta en aquel momento. Evidentemente ni siquiera él lo tenía claro. Alguien esbozó una disculpa. Luis la aceptó y volvió tímidamente a la carga con su propuesta de cambio. Silencio. Silencio. Hasta que una risa generalizada rompió por fin la tensión. El propio Luis sonrió, nos miró a todos a los ojos y todos entendimos, ahora sí, que la herida invisible estaba cicatrizada.

Conclusión

El conflicto evitado crecerá indefectiblemente hasta que lo afrontemos con crudeza y tolerancia por la incomodidad.

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