He notado que hay personas que se empoderan bajo la bandera de "agilismo" (o incluso con otros nombres como “innovación”) y lo usan para competir con personas que eligen otras formas de trabajar. Es decir, en cambio de avanzar en un empoderamiento genuino uno a uno, se recurre a un empoderamiento de “tribu” (por llamarlo de alguna forma), donde las personas se sienten importantes y valiosas por pertenecer a un movimiento con cierto éxito internacional. Entonces, por un lado, la capacidad de pensamiento crítico y despliegue personal de la creatividad se ve nublado por el dogma, las fórmulas, lo pre-fabricado. Por otro lado, se van distanciando las personas, confrontando sin escuchar al otro, etiquetándose por grupos (por ejemplo, PMs vs. Agilistas), dividiéndose más las áreas (unas empiezan a hablar de formas incomprensibles, dicen “sprint”, “backlog”). En estas circunstancias, resulta que la agilidad no resuelve los problemas, no incrementa la productividad, y va quedando “quemada”. Como dice el dicho “el que se quemó con leche ve la vaca y llora”, hay empresas donde escuchan “agilismo” y se ponen a la defensiva.